martes, 5 de abril de 2011

LA IMAGEN Y LA SEMEJANZA DE DIOS EN EL HOMBRE

LA IMAGEN Y LA SEMEJANZA DE DIOS EN EL HOMBRE

Aquí vamos a descubrir el por qué se dice que el hombre es  creado a la imagen y semejanza de su creador. En primer lugar, y siguiendo el dictado de la ley de generación, todas las creaciones son a imagen y semejanza de su respectivo  creador. Los peces engendran peces, los pájaros procrean pájaros, los humanos producen humanos etc., así que la frase “Dios creo al hombre a su imagen y semejanza”  no es nada nuevo ni una novedad. La ley de reproducción es una constante, por lo tanto, es una ley universal. En este mismo orden, vemos que las  estrellas producen estrellas y planetas, las partículas producen partículas, las células producen células. De acuerdo a esta constante, se infiere que los dioses, también  deben producir dioses.
Siguiendo el hilo de este principio universal, fue que los antiguos escribieron  la frase, “Y Dios  creo al hombre a su imagen y semejanza, a la imagen y semejanza de Dios lo creo”, pero tal vez, nunca entendieron el verdadero significado de la frase. Parece ser una bella y poética frase, pero nada tiene que ver con la realidad, por lo menos no en el sentido literal. Esto por las siguientes cuestiones: Si la imagen o forma humana está hecha de carne, de acuerdo a la ley de generación, sus progenitores tuvieron que  haber sido también criaturas humanas de carne. Por otro lado, si el Dios  creador es un espíritu, el hombre también tiene que ser un espíritu. Luego llegamos a la siguiente conclusión;  por un lado,  que la frase  “Dios creo al hombre a su imagen y semejanza” no se refiere a la carne, sino al espíritu; y por la otra, que la imagen o forma humana no vino directamente del  espíritu universal, sino de alguien  que ya tenía la imagen humana de carne y huesos. Este tema de la creación física del hombre es materia de otro trabajo aparte.  Por el momento, nos estamos ocupando de la creación espiritual.
Decíamos que la cuestión de la imagen  no se refiere a la forma física del hombre, por lo menos no en el sentido de parecerse a Dios, por que  en todo caso, Dios, no solamente creo la  forma humana, sino todas las formas que existen y han llegado a ser; y en ese caso, no solo sería parecido o semejante al hombre, sino también a toda  forma de animal que existe, por que los animales también son  su creación. Como vemos pues, tenemos que buscar en otro lado el verdadero sentido de la imagen y la semejanza.
Para ello, debemos partir de lo pequeño a lo grande y de arriba hacia abajo. La obra del gran espíritu se despliega de la inexistencia a la existencia, de lo infinitamente pequeño a lo inmensamente grande. Posteriormente, lo macro universal se separa, se divide o se individualiza en partes, las que reciben el nombre de pequeños o microuniversos. Estamos hablando del universo material. A medida que la materia universal va adquiriendo formas a manera de reproducción, el espíritu universal la sigue como polilla a la luz para sellarla con una porción de su espíritu. En ese sentido, podemos percibir que las galaxias poseen un espíritu colectivo, los cardumen se mueven en los océanos en un espíritu colectivo; pasa lo mismo con algunas especies de aves. El mismo principio, aunque en menor escala lo observamos en las manadas. El gran espíritu igual se individualiza en las estrellas, planetas y satélites. Siguiendo el principio de la misma ley, el espíritu universal se encuentra en cada  partícula y en cada átomo, y en forma colectiva en cada pedazo de materia. De la misma manera el espíritu  se  encuentra atrapado en cada  árbol y en cada miembro del reino vegetal; así mismo en todos y cada uno de los animales, y por supuesto, en cada ser humano.
El espíritu universal todo lo toca, todo lo contiene y todo lo abarca, no sería omnipresente si no fuera así. Estamos hablando del espíritu, no del universo material. Los cuerpos materiales son espacio-temporales, por cuanto pertenecen a un tiempo y a un espacio determinado, por lo que no  se puede hablar de omnipresencia en el caso del universo  físico. Lo único que puede ser omnipresente es el gran espíritu, por que se encuentra en todo.
Uno de los fundamentos de la  Sociedad Teosófica dice: “Dios duerme en el mineral, se mueve en el reino vegetal, despierta instintivamente en el animal, y se hace conciente en el hombre” Es claro y evidente que en el reino vegetal  existe un  mayor grado de conciencia que en el reino mineral; el grado de conciencia del animal resulta ser superior al del vegetal; y en ese mismo orden, vemos que la conciencia del hombre es superior a la conciencia del animal.
Vemos pues que el gran espíritu en su  afán por seguir a la materia se  individualiza  en diversas personalidades, pero al hacerlo también pierde la conciencia, las parte se desconectan de la conciencia universal. Y la pregunta es: ¿Por qué el espíritu universal se otorga a la materia si sabe que sus partes van  a perder la conciencia? Y la respuesta parece  ser, que es por que sabe que va a ganar, que va a ganar hijos individualizados e independientes. No hay sacrificio sin recompensa, los hijos son la recompensa al sacrificio de los padres. A demás, esa es la forma en que el gran espíritu se reproduce en multitudes. El instinto de la paternidad es una constante, y por lo tanto, es una ley universal. Más que un instinto y una ley, es una necesidad intrínseca y natural heredada del gran espíritu y padre universal. La otra razón por la que el espíritu universal se desconecta de las partes individuales en las que se ha otorgado perdiendo la conciencia, es porque también sabe que la volverá a recuperar en el hombre. El estadio de tiempo que el gran espíritu  yace sin conciencia  en la materia, podemos decir que solo es un lapso de sueño, y ese sueño termina con el despertamiento del hombre. Por eso se le conoce como la imagen de Dios, por que es la imagen en que Dios despierta y se hace conciente de sí mismo. Cuando el yo humano o conciencia inferior hace contacto con el espíritu superior que se encuentra en el centro de su ser, este emerge del  largo sueño en el que ha permanecido para convertirse en el maestro y guía del espíritu personal residente.
En el hecho de que la forma  humana es la única imagen terrenal en la que el gran espíritu despierta, se hace conciente y es capaz de mirarse a sí mismo, es suficiente para afirmar categóricamente, que es la imagen de Dios, la imagen del gran espíritu, no porque el hombre se igual o semejante a Dios, sino por que es la imagen en la que el gran espíritu vuelve a recobrar la conciencia universal.
Podemos ver  que Dios desciende sobre la imagen del hijo del hombre para que este se reconozca a sí mismo como hijo, y se haga uno con el padre. Es la única imagen capaz de pronunciar las palabras: “Yo y mi padre somos uno”  “Él está en mí y yo  en él”  “El que ha vista al hijo ha visto al padre”  Estas son las palabras de todo espíritu despierto, de todo espíritu que ha desenterrado y ha hecho emerger al espíritu divino desde  el mismo centro de su ser y lo ha colocado en la esfera de su mente para que sea su luz en el camino de regreso al universo espiritual.
Cuando  la parte del espíritu universal que mora en el hombre despierta y se reconoce a sí mismo lo que es, la materia  en la que mora comienza el proceso de iluminación y de iniciación del espíritu personal para  traerlo a la divinidad y a la semejanza de su creador. Ese es el  verdadero despertar de la conciencia espiritual. Más allá de lo que aparentamos, somos espíritus. Los cuerpos sólidos son espacio-temporales, el espíritu es universal y eterno. El espíritu es  antimateria, procede del insondable vacío y se pierde en el abismo de la nada. Para la ciencia se encuentra más allá del Big Bang,  y se pierde al otro lado de los hoyos negros. Para los místicos es el no nacido, el increado, el inmanifestado que habita en la forma sin llegar a ser lo que se ve. ¿Qué es el espíritu? Es la antimateria que lucha por liberarse de la materia, y que un día la destruirá completamente para volver a ser completamente libre. La materia es la cárcel del espíritu. El espíritu gime en la forma sólida y desea liberarse.
 El gran espíritu colocó una parte de sí mismo en el centro del ser de cada hombre y mujer, para que estos lo encontraran mediante su intuición. Ese espíritu es el libertador del hombre, es el tesoro enterrado en un  campo que debe hacer suyo por compra, también es la perla de gran valor que debe adquirir usando todos los recursos que tiene. No importa que se quede sin nada para sí, lo importante es la perla, y esa perla es el espíritu. Encontrar y desenterrar el gran tesoro es la gran prioridad de todos los hombres que están buscando la manera de liberarse de la materia. No podemos hacerlo solos, necesitamos la luz del espíritu. La luz del espíritu es la luz del conocimiento, del entendimiento y la comprensión. Sin luz no podemos avanzar en la oscuridad.

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