EL CULTO A LA BESTIA DEL NARCOTRÁFICO
Un principio universal dice que en este mundo nada es de gratis, que todo tiene un precio; que se cosecha lo que se siembra y se paga lo que se debe. Esta ley es conocida como Karma en Oriente y como ley de acción y reacción en Occidente.
Haciendo caso omiso de estas leyes universales, los políticos de México primero y el pueblo en general después, se dejó deslumbrar por ángeles de la oscuridad vestidos de luces. En este proceso, toda una generación rindió culto a entidades procedentes del abismo; idolatró a lobos con piel de oveja y levantó altares a demonios que se vistieron de luz con el brillo del dinero, y ahora estamos cosechando lo que sembramos.
Me refiero al oficio o figura del narcotraficante de drogas, que se presentó en los años sesenta como una nueva forma de hacer dinero de manera rápida y fácil, deslumbrando a toda una generación.
Los políticos les dieron la bienvenida, se hicieron uno con ellos y empeñaron su integridad a cambio de riquezas.
El pueblo heroificó sus acciones, les compuso corridos y cantó sus canciones cual si fueran ídolos y modelos para las multitudes. Sus grotescas obras fueron reproducidas en el cine y la televisión, como si no fuera suficiente el haberlas vivido en carne propia.
Lo cierto es que en esta historia, la metáfora resulta clara; que la sociedad mexicana deificó y rindió culto a entidades maléficas que surgieron del abismo, que se dejó deslumbrar por el brillo de sus riquezas, y le vendió su propia alma al Diablo por un supuesto tesoro que encontraría en el mercado negro de las drogas. Como el Demonio no da nada de gratis, ahora ha regresado para reclamar lo que le corresponde por derecho propio, la vida de los que aún siguen venerando a esa oscura bestia. La bestia es una creación del hombre que se vuele en contra de sus propios creadores.
El negocio de las drogas es como una bestia mala y oscura, que tarde o temprano se vuelve contra sus creadores. ¿Cuándo terminará esto? Esto se irá desvaneciendo en la medida que el hombre vea de frente la cara de la bestia. Su aspecto aterrador hace que nunca más queramos hacer tratos con ella. Solo los que han visto el rostro oscuro de esa bestia, son capaces de combatirla para liberar a la sociedad de su presencia, y en esa lucha, muchos están poniendo su empeño pero también sus vidas.
Mas sin embargo, la bestia destructora de conciencias nunca será destruida por completo mientras se le permita tener dinero para ofrecerlo a los hombres. La única manera de destruir el mercado negro de las drogas, es arrebatándolo de las manos de la bestia, y la única manera de arrebatársela es mediante la LEGALIZACIÓN , en la cual las drogas sean manejadas por las manos del Estado y no por las manos de la bestia.
Mientras los Estado rehúsen asumir su responsabilidad en la compraventa de las drogas, la bestia peluda del mercado negro seguirá existiendo. Lo que puede matar y destruir a la bestia negra, es su contraparte, la bestia blanca. Entre una y otra no hay distinción, porque las dos son bestias, pero la bestia blanca, en el color lleva la diferencia.
La regla debe ser comenzar de apoco, de una en una, pero hasta la última de ellas. El mercado solo es uno y se compone de compra y venta. Todo comercio que se niegue a ser reconocido por la vía legal, será hecho necesaria y naturalmente por la vía ilegal. Lo que la fuerza del Estado no haga, otra fuerza adversa lo hará.
Hoy por hoy, esas fuerzas oscuras están compitiendo con las fuerzas del Estado mexicano, exigiendo impuestos, derecho de piso y cobros obligatorios a todo tipo de comerciantes legalmente establecidos; y eso, es una amenaza a la soberanía nacional. Esa es la obra de la bestia que los políticos crearon y que el Estado se empeña en mantener viva.
Se combate de manera ineficiente porque se hace fuego con fuego, fuerza con fuerza, y hasta ahora, las fuerzas de la bestia han demostrado ser igual o superiores a las fuerzas del Estado. La bestia de más de mil cabezas sigue operando con mayor eficacia a medida que se le combate fuego con fuego. La bestia se alimenta de la prohibición de las drogas. Ahí se encuentra su alimento, y los Estados se lo proporcionan gratuitamente. La pregunta es: ¿Es que los políticos se niegan a legalizar las drogas por ignorancia, cerrazón, miopía o temor; o es acaso por intereses creados, ocultos y perversos? Si tan solo quisieran apegarse al beneficio de la duda. Si tan solo quisieran experimentar, para probar cual de las dos teorías esta equivocada. Y si fuera el caso, que la liberación o legalización resultara más dañina que la prohibición, pues simplemente se daría marcha atrás. Nada se pierde con probar la otra cara de la moneda. La hipótesis de que la sociedad se perderá en la oscura alucinación de las drogas, tal vez sea un mito, y solo tenemos una forma de saberlo: Probándolo. La manera inteligente de combatir al engendro negro del abismo, es la legalización de las drogas. Pues mientra la bestia tenga algo en sus manos que ofrecer, miles de almas seguirán siendo entregadas al demonio a cambio de riquezas. Desgraciadamente no existe ningún otro camino que el de la liberación. El Estado no tiene por que inmiscuirse en aspectos tan personalísimos como el de decirle a la gente que deben o no consumir. Cada quien debe decidir qué hacer con su vida, a sabiendas que también serán responsables de sus propias acciones. No se cuanto se tarden los políticos en comprender este problema, pero algún día la sociedad despertará, verá y hará lo que tiene que hacer. Raúl Velázquez Rubio, 14 de Marzo de 2011.
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