ALMA VIVIENTE Y ESPÍRITU
De acuerdo al génesis, cuando los dioses o Elohim, y de acuerdo a las tablillas sumerias, anunakis, extraterrestres o alienígenas, crearon al hombre; creyeron que estaban creando a una criatura de naturaleza animal. No tenían conocimiento que en el soplo de vida que da el estatus de alma viviente, el padre de los espíritus estaba depositando una porción de su propio espíritu en cada una de las criaturas que venía a la existencia.
Cuando se habla del soplo de vida insuflado en la nariz del hombre, debemos pensar que el momento en que recibe el soplo, es en el justo y preciso momento del nacimiento, cuando se recibe la primera bocanada de aire en los pulmones, y que probablemente es en ese momento cuando el espíritu divino se encarna en el nuevo ser.
En el génesis se habla de dos creaciones, una en la que no se menciona la materia, la tierra o el polvo; y otra en la que específicamente se señala que el hombre es formado del polvo de la tierra. Esta doble versión de la creación del hombre, ha llevado a los investigadores a deducir que se trata de dos hombres, de dos creaciones totalmente distintas. A la primera se le da el nombre de Adam Kadmón, y pertenece a una creación de naturaleza espiritual, y por supuesto, se trata de una creación superior.
Posteriormente se habla de la creación del hombre de barro, del hombre del polvo de carne y hueso. En el hecho de que se enlacen las dos creaciones en el génesis, hace sugerir que en el momento en que Dios, mediante su soplo, le otorga el estatus de alma viviente al hombre del polvo cósmico, es en ese momento en que el Adam Kadmón, el espíritu, hace su morada en la carne del hombre terrestre. Y este evento de trascendencia universal, por lo que se deja ver en la historia de la creación de los sumerios, pasa desapercibida para los creadores anunakis.
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